budismo.com Centro Budista de la Ciudad de México
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La riqueza del generoso
Pero si una persona generosa adquiere riqueza, el Buda dijo que "es como el lago que antes mencioné, pero ahora se halla cerca de una aldea, donde la gente puede tomar su agua para beberla, se puede bañar en él y usarlo con muchos fines. Sus riquezas proporcionan gozo y no se desperdician" (Samyutta Nikaya i, 88). El Buda dijo que la fortuna bien empleada debía de otorgar placer, principalmente a su dueño y a la familia de éste. Enseguida vendrían los amigos y otras personas cercanas. Además, el tener riquezas significa que uno se puede recuperar cuando las cosas no van bien.

La enseñanza del Buda aplicada al Occidente
Antes, en Oriente, uno era un miembro productivo o reproductivo de la sociedad o, bien, se ordenaba como monje. No había muchas opciones entre esas dos. Sin embargo, ese espacio intermedio se ha ampliado mucho. Los budistas occidentales experimentan hoy nuevas formas de trabajar y de consumir.

Dinero, ego y sufrimiento
¿Has sentido alguna vez que si tan sólo consiguieras determinada cosa tu vida estaría completa? Pues esa sensación de que en nuestra existencia falta algo muy grande pero indefinible es parte esencial de la experiencia humana básica. Hacemos todo lo que podemos para llenar ese vacío. Abusamos del alcohol y de otras drogas. Muchos hemos anhelado que una persona amada o una vocación llene ese hueco y nos dé satisfacción. A veces evadimos esa sensación de estar incompletos al mantenernos ocupados. En este aspecto, el budismo tiene algo que decir: El dinero no hará que tu vida sea completa. Lo cierto es que nada hará que tu vida sea completa. Ninguna posesión, ningún trabajo. Tampoco la familia, la vocación, la persona amada, las drogas, la religión. Nada , ni siquiera el budismo. Así es la vida. El sufrimiento ocurre porque insistimos en nadar contra la corriente. ¿Por qué lo hacemos? Ante todo, dijo el Buda, "porque anhelamos ser". "Ésta es la noble verdad del origen del sufrimiento. Anhelamos la satisfacción de nuestros deseos obsesivos, anhelamos ser, anhelamos no ser" (Vinaya Mahavagga Khandaka i.).

Tres dimensiones en que nos confunde la importancia personal
Muchas escuelas budistas enseñan que debemos combatir la engañosa ilusión de la importancia del ego si queremos vivir mejor. Hay tres dimensiones que considerar en ese sentido.

Soy como soy
La primera es la suposición de que tenemos una personalidad permanente. Todos cambiamos a cada rato. Lo que considero "yo" es un patrón temporal y esto no es muy halagüeño ni atractivo. De modo que aun cuando podamos apreciar que las cosas no son permanentes nos da por comportarnos como si lo fueran. Nos esforzamos por impedir que haya cambios. Usamos el dinero para acumular posesiones y rodearnos de una sensación de permanencia y seguridad.

No somos tan independientes ni tan sólidos
La segunda dimensión que nos confunde es la creencia de que somos seres independientes. Queremos actuar a nuestra manera para, así, aliviar el sentido de carencia y no nos preocupamos por lo que le ocurra a los demás. No obstante, la realidad es que nuestras vidas están entretejidas.

Tratamos de solucionar el problema esencial con dinero
En tercer lugar, las escuelas budistas señalan que es necesario desvanecer nuestra idea de que somos sustanciales. Cada vez que conocemos a alguien nuevo vemos que desean saber quiénes somos. Por lo regular tenemos ya una historia bien construida para presentarnos. El dinero aflorará y modelará gran parte de nuestra identidad, ya que pasamos mucho tiempo ganándolo y gastándolo. Se ve en la ropa que traemos, el lugar donde vivimos, el auto que manejamos. Lo cierto es que no hay límites para lo que somos, todo un flujo interminable de procesos cambiantes que no se pueden limitar a una identidad en particular. Sin embargo, intentamos compensar nuestro sentido de que estamos incompletos manteniendo la fantasía de que podemos ser, con una personalidad permanente, independiente y sustancial. Utilizamos nuestra energía (y eso incluye al dinero) para llevarlo a cabo.

Una feliz alternativa en el ejemplo de un bodhisatva
La buena noticia es que podemos aprender a vivir de un modo que nos ayude a estar menos ofuscados y a ser menos reactivos. Podemos, en cambio, cultivar un estilo más sabio y creativo, rumbo a la abundancia. Las escrituras del mahayana contemplan el ideal del bodhisatva, que es un practicante espiritual muy avanzado que se entrega por completo al beneficio de los demás. En esas escrituras destaca la leyenda de Vimalakirti, un bodhisatva extremadamente rico. Él iba a los torneos deportivos y a los casinos pero su finalidad era contribuir al desarrollo de aquellos que manifestaban un descuidado apego al juego. Participaba en toda clase de negocios pero no le preocupaba tener ganancias ni adquirir posesiones. Los empresarios lo respetaban porque estaba consagrado a difundir la verdad y los terratenientes lo admiraban porque renunciaba a cometer cualquier agresión vinculada a la propiedad (vea Robert Thurman, The Holy Teaching of Vimalakirti [University Park y Londres: Pennsylvania State University Press, 1983).

Que el dinero fluya con sabiduría

Puede ser que la historia de Vimalakirti nos parezca fuera de nuestros alcances, con el trabajo que nos cuesta estar aquí y ahora sin reaccionar. Por fortuna, dentro de cada uno existe la chispa que enciende la conciencia creativa. Si desarrollamos tales cualidades comenzaremos a cambiar nuestra actitud hacia el dinero, de manera que se vuelva un medio que procure un rumbo positivo para nosotros y quienes nos rodean, en lugar de ser una fuente de sufrimientos. Aprenderemos a utilizarlo y a no dejar que él nos utilice. Las diversas prácticas que tomamos de la tradición budista nos permiten disfrutar mejor de la manera en que lo gastamos, mientras lo hacemos con más sabiduría. Tendremos más claro cuáles son nuestros propósitos al trabajar para conseguirlo y al dejarlo fluir.



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