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El legado de Hui Neng

Al final de la vida de Hui Neng, el patriarca habló de este modo:

Ahora que he de dejarlos, quiero entregarles un himno titulado el buda real de la esencia de la mente. Las personas de las generaciones futuras que entiendan su significado percibirán con claridad la esencia de la mente y alcanzarán la budeidad. El himno dice así:

La esencia de la mente o tathata (tal y como es) es el verdadero Buda.
Las opiniones heréticas y los tres elementos venenosos son Mara.
Iluminado por la visión correcta, invocamos al Buda que hay en nuestro interior.
Cuando los tres elementos venenosos dominan a nuestra naturaleza
se dice que estamos poseídos por Mara,
pero cuando la visión correcta elimine de nuestra mente esos elementos venenosos
Mara se transformará en un verdadero buda...
Cuando nuestro temperamento sea tal que dejemos de ser esclavos de los objetos de los cinco sentidos y percibamos con claridad la esencia de la mente,
aunque sólo sea por un momento, entonces conoceremos la verdad...
Así, he dejado ya a la posteridad la enseñanza del despertar repentino
para la salvación de todos los seres sensibles que se interesen por practicarla.
¡Escúchenme, futuros discípulos!
Si ustedes la menospreciaran y decidieran no ponerla en práctica,
habrán malgastado su tiempo de triste manera.

Cuando el maestro terminó de recitar el himno dijo:
“Queden todos con bien.
Cuando yo fallezca no sigan la tradición mundana, no lloren ni se lamenten.
No acepten palabras de condolencia ni vistan túnicas de luto.
Esas cosas van contra la enseñanza ortodoxa
y si alguien cayera en esas costumbres no sería mi discípulo.
Lo que deben hacer es conocer su propia mente
y alcanzar a percibir su propia naturaleza búdica...”


Entonces recitó otra poesía:

Imperturbable y sereno, el hombre ideal no practica ninguna virtud.
Dueño de sí mismo y desapasionado, no comete ningún mal.
Con calma y en silencio, ha dejado de ver y de escuchar.
Nivelada y recta, su mente no se posa en ningún lugar.


La muerte del sexto patriarca
Después de recitar esta poesía, se sentó con reverencia y así permaneció hasta la tercera guardia de la noche. Entonces, dijo abruptamente a sus discípulos: “¡Me marcho!”, y falleció de repente. Una fragancia peculiar invadió la habitación y apareció un arco iris lunar que parecía unir a la tierra con el cielo. Los árboles del bosque se tiñeron de blanco y las aves y las bestias lloraron con tristeza. (A. F. Price y Wong Mou-lam, traductores, The Diamond Sutra and the Sutra of Hui-Neng, Shambhala, Boston1990, p.151-153)

Fuente: Teachers of Enlightenment, Kulananda, Windhorse Publications.

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