Ananda el compañero fiel del Buda
Durante los últimos 25 años de su vida, el Buda tuvo siempre la estrecha compañía de su primo Ananda. Según afirmó el Buda, Ananda sobresalía por cinco cualidades. Era el mejor de sus asistentes, era el más avanzado entre aquéllos que habían “escuchado mucho”, tenía la mejor memoria, era el que mejor manejaba la estructura secuencial de las enseñanzas y era el más constante en el estudio. Asimismo, era muy querido en la sangha, a la cual le había dedicado la mayor parte de su vida.
La vida de Ananda
Ananda y su hermano, Anurudha, eran aristócratas del clan de los shakyas. Ambos nacieron en el pueblo de Kapilavastu. Su padre, Amritodana, era hermano del padre del Buda, Suddhodana, aunque es posible que tuvieran distintas madres. Cuando Ananda tenía 37 años, los dos hermanos, junto con muchos otros nobles shakyas, se unieron a la sangha del Buda.
Durante el primer retiro que tuvo Ananda por la temporada de lluvias, el venerable Punna Mantaniputta le dio a los novicios ahí reunidos una enseñanza sobre la relación entre la noción “yo soy” y los cinco skandhas. Apenas la escuchó, Ananda entró a la corriente. Los siguientes 18 años los pasó muy feliz en la sangha, purificando su mente, reafirmando su práctica y conviviendo con los demás monjes. Se le reconocía por sus modales dulces y porque era un buen compañero. Sin embargo, cuando tanto él como el Buda llegaron a los 55 años de edad ocurrió un cambio muy importante en el esquema de su vida.
El Buda busca un asistente
Un día, el Buda pidió a sus monjes discípulos que se reunieran y les dijo, “en mis 20 años como líder de la sangha he tenido muchos asistentes pero, en realidad, ninguno ha satisfecho el cargo a la perfección. Una y otra vez ha surgido algún capricho. Ahora ya estoy viejo y requiero un asistente confiable”. De inmediato, los discípulos más aventajados le ofrecieron sus servicios pero el Buda no aceptó a ninguno de ellos. Ananda se mantuvo apartado. “¿Por qué te resistes a probar?”, le preguntaron. “¿No crees que deberías ofrecerte para el cargo?” Era verdad que le habría gustado ser el asistente de su querido primo, pero también era demasiado modesto como para acercarse a sugerirlo. En todo caso, confiaba en que el Buda sabría elegir al más adecuado. El Buda sabía lo que Ananda estaba pensando. “Me complacería que mi asistente fuera Ananda”, declaró y fue así como comenzó una estrecha camaradería que habría de durar hasta la muerte del Buda.
Ananda pide ciertas condiciones para ser asistente del Buda
Ananda comprendió que algunos de los discípulos querrían dispensarle un estatus especial puesto que siempre estaría al lado del Buda, así que consideró que debería ser discreto para no provocar celos y también pensó que debía ser cuidadoso para no caer en el orgullo. De igual modo, decidió que tendría que asegurarse de nunca apartarse del Dharma si quería estar a la altura de su nueva labor. Por lo tanto, le solicitó al Buda que le permitiera gozar de ciertas condiciones para poder cumplir con su nuevo deber.
Como no quería que la gente creyera que ayudaba al Buda con la esperanza de obtener un beneficio material, le pidió que jamás le diera nada de la comida que él recibiera, así como tampoco de los mantos que le obsequiaran. Insistió en que no se le diera ningún alojamiento especial y que no se le incluyera en las invitaciones personales con que algunos deseaban agasajar al Buda. Por otra parte, pidió que si él mismo fuera invitado a una comida pudiera transferir la invitación al Buda. Si alguien de fuera viniera a ver al Buda quería tener el privilegio de presentar a esa persona. Además, si acaso llegara a tener alguna duda acerca del Dharma, pedía poder hablar con el Buda sobre ello en cualquier momento. Finalmente, si el Buda diera un discurso y él estuviera ausente, le solicitaba que tuviera la amabilidad de repetirlo cuando se encontrara presente. Él Buda aceptó sus condiciones con mucho gusto.
Ananda y la amistad
Ananda fue un hombre muy popular y muy querido por todos los que lo conocieron. Tenía muchos amigos espirituales y entre ellos, por supuesto, se contaba al Buda. En una ocasión se encontraba con éste en Sakkhara, una aldea shakya, reflexionando sobre el deleite y la eficacia de la amistad espiritual. “Señor, he estado pensando”, le dijo al Buda. “¿Sabes? Me parece que la amistad espiritual constituye la mitad de la vida espiritual”. “¡Oh, no, Ananda! No es así”, respondió el Buda; “¡La amistad espiritual constituye toda la vida espiritual!”. (Samyutta-Nikaya, v.2.)
La extraordinaria memoria de Ananda
Ananda tenía una memoria prodigiosa y pasó mucho tiempo cerca del Buda, de modo que era muy versado en el Dharma. Una vez, un discípulo laico le preguntó al Buda cómo, después de venerar al Buda y a la sangha, podría honrar al Dharma. Era una época en la que las enseñanzas del Buda no se habían registrado de manera escrita. “Si deseas honrar al Dharma”, le respondió el Buda, “ve y muestra tus respetos a Ananda, el guardián del Dharma”. Así que ese discípulo invitó a comer a Ananda y le regaló un manto muy valioso. Ananda ofreció el manto a Sariputra quien, a su vez, lo obsequió al Buda, ya que él y sólo él era la causa de tanta dicha. (Yataka 296, citada en Great Disciples of the Buddha, p. 142)