“¡Eleven, pues, sus pensamientos con fe en Shakyamuni, el Conquistador! Para que lleguen a ver a Maitreya, el Buda Perfecto, ¡el mejor de los hombres! ¡Quién podría tener un alma tan oscura que no se alumbrara con una fe serena cuando escuche semejantes maravillas, tal potencial de un buen futuro! Que, entonces, aquéllos que anhelan la grandeza espiritual muestren su respeto al verdadero Dharma y que tengan conciencia de la religión de los budas”. (Edward Conze, editor y traductor, Buddhist Scriptures, pp. 238-242)
La iconografía con que se representa a Maitreya
En El camino de las nubes blancas, el Lama Govinda habla de manera muy conmovedora acerca de una estatua de Maitreya que encontró en Yi-Gah Cho-Ling, la gompa que se halla cerca de Darjeeling, donde más tarde Dhardo Rimpoche habría de servir como abad.
Siempre que por alguna cosa me despertaba durante la noche contemplaba los benignos rasgos del dorado rostro del Buda Maitreya, que parecían flotar muy por encima de las formas umbrosas que llenaban el templo en la tenue luz de la Lámpara Eterna. Sobre el áureo rostro que irradiaba suavemente, los grandes ojos de color azul intenso parecían estar llenos de una vida sobrenatural y sentía que me miraba con infinita ternura. (Lama Anagarika Govinda, The Way of the White Clouds, Rider, Londres 1966, p. 17)
El maestro del Lama Govinda había colocado ahí esa estatua. Aquel maestro era el gran Tomo Gueshe Rimpoche, reconocido por haber conjurado a los budas y bodhisatvas para que la gente los pudiera ver. Tomo Gueshe tenía una fuerte conexión con el buda Maitreya y exhortaba a sus seguidores para que dirigieran lo que sentían por Maitreya hacia una meta espiritualmente más práctica. Así continúa en el mismo libro:
Erigió estatuas de Maitreya en muchos otros lugares y hacía que los seguidores del Budadharma tomaran conciencia de que no bastaba con remolonearse al calorcito de las glorias del pasado, sino que había que tomar parte activa en la modelación del futuro y, así, colaborar para que el buda que ha de venir pueda aparecer en este mundo, preparando nuestras mentes para recibirlo. (Íbid., p. 9)
En la iconografía, Maitreya suele representarse de color dorado y es común que se le muestre en la postura de real confort. En la mano izquierda tiene una flor de loto con una estupa que surge de ella. También es posible encontrarlo sosteniendo un dharmachakra dorado, es decir, la “rueda del Dharma” o, bien, un jarrón sagrado, lleno del néctar del Dharma que algún día derramará sobre el mundo. Asimismo, es posible hallarlo en la postura bhadrasana, que prácticamente es única de la iconografía budista. Se sienta en un trono y sus pies están posados en el suelo. Esto indica que se está preparando para adentrarse en nuestro mundo. En esta figura, apoya su mejilla extendiendo tres dedos de la mano (representando a las tres joyas). Así, con infinita compasión, mira al mundo que un día alumbrará con la brillantez de su enseñanza del Dharma.
Maitreya simboliza la infinita compasión del bodhisatva. Podría quedarse ahí, cómodamente, en el Tushita Devaloka, pero algún día descenderá a nuestro plano de existencia para difundir el Dharma, en beneficio de un mundo que sufre. Por eso, representa un optimismo constante. Donde quiera que haya seres no iluminados que salvar, los budas aparecerán y reaparecerán.
Fuente: Teachers of Enlightenment, Kulananda, Windhorse Publications.
1 2