La escuela Kagyu
La escuela del linaje oral
Ka sencillamente significa “hablar” y gyu “tradición”, o sea que el nombre quiere decir “escuela de la tradición o del linaje oral”. Los kagyupas hacen muy poco énfasis en el estudio de las escrituras. Otorgan mucha más importancia a lo que ellos llaman “instrucciones susurradas al oído”, instrucciones que el guru da directamente al discípulo y que quizá nunca se hayan escrito. El linaje kagyu se remonta al siglo XI, con el gran maestro butanés Marpa, que estudió en la India con Naropa.
La azarosa vida de Milarepa
La figura más famosa de esta escuela es Milarepa, discípulo de Marpa. Su nombre significa “Mila, el que lleva ropa de algodón” y es, sin duda, uno de los personajes más vitales e interesantes en la historia del budismo. Al parecer, cuando era pequeño, su padre murió y sus tíos les robaron su herencia a él y a su madre viuda, dejándolos en la miseria. La madre de Milarepa quiso vengarse y animó a su hijo a estudiar magia negra. Milarepa estudió y practicó brujería durante muchos años y, finalmente, descargó una terrible venganza contra sus parientes, pero después sintió remordimiento, porque muchas personas habían perdido la vida a causa de sus prácticas.
Las severas enseñanzas de Marpa
Con el tiempo, Milarepa acabó por echarse a los pies del gran guru Marpa, quien de inmediato vio que aquel joven era una persona enormemente dotada, un genio espiritual, pero también percibió que había acumulado una gran cantidad de karma que debía purificar. Marpa sabía administrar una férrea disciplina espiritual y sometió a Milarepa a tan arduas pruebas que éste llegó a desesperarse. Incluso deseó suicidarse pero la esposa de Marpa le animó a seguir (al parecer sin que su marido lo supiera) y, finalmente, después de muchas luchas, recibió la iniciación y fue enviado a meditar en la soledad de las altas montañas.
La disciplina de Milarepa
Si observamos la vida de Milarepa a partir de aquel momento (vivió hasta una edad avanzada), notaremos que su característica más sobresaliente fue la de su absoluta entrega. Nunca hizo las cosas a medias, nunca hizo concesiones, jamás cedió un ápice. Por ejemplo, a un monje le está permitido poseer una serie de cosas pero Milarepa no tuvo nunca nada. No llevaba ropa, sólo una pieza de algodón. En cierta ocasión tuvo un cuenco de barro en el que solía hervir las ortigas que recogía para comer pero un día se rompió y dejó de tener realmente nada. Otra historia narra que una fría noche de invierno Milarepa dormía en su cueva. No tenía ropa ni nada con que cubrirse. No tenía fuego ni comida. En medio de la noche se despertó al oír pasos de alguien acercándose y comprendió que era un ladrón. A Milarepa le hizo gracia la situación y gritó: “No sé cómo podrás encontrar algo de noche cuando yo no he podido encontrar nada de día”. Los tibetanos, incluso por lo visto los ladrones, tienen un gran sentido del humor, así que éste se echó a reír y se fue.
Los cantos de Milarepa
Tradicionalmente se dice que Milarepa ha sido el yogui más importante del Tíbet. No había práctica espiritual, forma de meditación ni logro que no dominara. Fue también un maestro extraordinario y un excelente poeta. Su colección de poesía más conocida es el Mila Grubum, las cien mil canciones de Milarepa (aunque no son Cien mil. En tibetano, el título significa “canciones completas”). Estos poemas no sólo son importantes por su profundidad espiritual sino que, además, la mayoría de ellos están bellamente compuestos.
Los seis yogas de Naropa
La escuela kagyu, siguiendo los pasos de Milarepa, insiste en la práctica del budismo mucho más que en el estudio de la teoría y antes de la ocupación china había muchos ermitaños kagyupas viviendo en lugares remotos e inaccesibles del Tíbet. Las prácticas kagyu consisten, principalmente, en los seis dharmas o yogas de Naropa. El primero de ellos es la generación del calor psíquico o interno. Fue su gran dominio en esta práctica lo que permitió a Milarepa vivir en medio de la nieve y el hielo de las altas cordilleras, cubierto tan sólo con una prenda de algodón. El segundo de los seis dharmas de Naropa es percibir la naturaleza ilusoria de la personalidad, lo irreal de nuestro propio ser. El tercero es la práctica de percibir que toda la existencia tan sólo es un sueño. El cuarto consiste en comprender la clara luz de la vacuidad. El quinto es el dharma de alcanzar la iluminación en el estado que sigue a la muerte, práctica conectada con las enseñanzas de El libro tibetano de los muertos y el sexto dharma o yoga de Naropa es la transferencia de la conciencia, no sólo a otras formas de vida sino a estados más elevados del ser. Estos seis dharmas implican muchos ejercicios yóguicos de gran complejidad. Sin embargo, la práctica más elevada de los kagyupas es el mahamudra o “gran símbolo”, que corresponde al ati yoga o “yoga supremo” de los nyingmapas y también, en ciertos aspectos, al ch'an o zen en su sentido más elevado.
Fuente: Sangharákshita