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Junio, 2015
Valle de Katmandú. DV recorre las zonas de interés mundial afectadas gravemente por el terremoto, visitando lo que ha quedado del patrimonio histórico

Si el primer día, nada más aterrizar en la capital nepalí, el congojo es extraordinario recorriendo las calles de Katmandú, el segundo día no lo es menos. Nos adentramos en el Valle de Katmandú para iniciar un recorrido por su rico patrimonio histórico, un patrimonio que siempre ha atraído grandes masas de turismo y que como el país en su conjunto, se ha visto gravemente afectado por el terremoto.

Empezaré por el final. ¿Cómo se va a recomponer todo esto?... es la pregunta que me hago, la pregunta del millón. Porque muchos de éstos, muchos millones, hacen falta para reconstruir todo el magnífico patrimonio histórico con el que ha contado Nepal, habiendo muchos lugares en este país declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. ¿Será este organismo internacional que ha presumido de tener semejante patrimonio el encargado de subvencionar su reconstrucción? Sin duda otra gran pregunta.

Ya hablé en un anterior reportaje del destrozo del centro neurálgico de Katmandú, de Durbar Square, también Patrimonio de la Humanidad. Una plaza impresionante, con una arquitectura ancestral espectacular, que el terremoto ha destrozado. Los primeros pasos que dí por allí cuando llegué a Nepal después del seísmo resultaron ser un descorazonador paseo.

Pero ahora comencemos el desesperanzador recorrido en el valle de Katmandú. Tras mi periplo de quince días recorriendo las zonas más devastadas de Nepal, se me quedaron grabados a fuego dos adjetivos para definir semejante desastre: desolación y destrucción.

Ojos de Swayambhunath

Vamos de Katmandú hacia la mítica, la más famosa y espectacular estupa con la que cuenta la capital nepalí. Swayambhunath, también conocido como el "templo de los monos" por la cantidad de primates que por allí deambulan. Se puede subir desde un punto donde nos deja el coche por las 365 empinadas escaleras que desembocan en la misma estupa. Por aquí quería ascender. Hay alguna carpa que alberga a algún damnificado. Un grupo de gente está desayunando en la calle, presumiblemente su hogar desde el terremoto?

Los monos comienzan a cruzarse en mi camino mientras observo con atención los coloridos budas que están a los costados de las escalinatas. Continúo subiendo. No se puede más? Los ojos de la estupa me están clavando la mirada, miro hacia los suyos?, hay unos operarios trabajando en la parte final de las escaleras. Don"t pass. Prohibido el paso. No se puede pasar. Media vuelta y para abajo. Queda la opción de subir en coche rodeando la montaña, el camino más habitual para los que no les gusta o no pueden subir tantas escaleras.

Llegamos arriba. No hay taquilla. ¿No se paga? Dos militares custodian sendas entradas, una de subida y otra de bajada. Vamos por la derecha. Imposible. Rígido el militar nos dice que no pasamos? Le lloramos un poco. Nada. Vamos a la otra entrada, habitualmente la de bajada. Caigo en la cuenta de que le puedo decir que soy periodista. Se lo digo. Me pide acreditación. ¿La tengo? ¡adelante!, relleno una lista donde hay otra gente que ha obtenido permiso para subir. Son todos de diferentes organizaciones: Cruz Roja, ONG, voluntarios, etc. que van a trabajar. Mi motivo de la visita. Pongo "work", trabajo. No hay turismo. No hay turistas... Según asciendo la rampa que lleva a los primeros edificios que contiene este templo, aparecen ante mis ojos los primeros derrumbes. Hay que andar entre cascotes de casas derruidas unas y otras a punto de caer. Voy hacia la estupa de los ojos. Una amplia carpa acoge a la gente que habita aquí todo el año y que se ha quedado sin casa. Impresiona ver todo derruido, todo excepto la gran estupa y algún Buda que se mantiene en pie. Veo el racionamiento. Arroz con dhal, la comida típica nepalí. Algunos no tienen plato. Se han hecho unos con hojas de árboles. Esto demuestra la crudeza y dureza del momento que esta pobre gente está viviendo.

Militares, voluntarios, habitantes del lugar, todos se entremezclan para ir haciendo labores de desescombro. Justo a tiempo. Llego en el descanso de su arduo trabajo. Un grupo de monjes que se han quedado sin el templo-monasterio, totalmente derruido y destrozado, comienzan a rezar On-Mani-Pade-Um. Los voluntarios se suman al rezo. Están un buen rato. La escena oprime el corazón. Llega muy dentro. Esos rezos como susurrando, todos al unísono, con el lugar destrozado por el terremoto; y al fondo, desde lo alto de este característico lugar se observa Katmandú.... sobrecogedor. Y también esas pequeñas y grandes parcelas y solares ahora ocupados por cientos de tiendas de campaña, recordándome que la gente lo está pasando muy mal.

Sigo recorriendo Swayambhunath, y no evito que se me salten las lágrimas. Observo los ojos del gran Buda, pintados en la gran estupa, quizás me han contagiado su tristeza al ver cómo ha quedado todo esto. Sí, he de reconocerlo, se me han saltado las lágrimas ante tal destrucción en un lugar tan emblemático, tan carismático como es Swayambhunath, un lugar por el que hemos pasado siempre que hemos venido a Nepal. Ahora, como decía en otro reportaje, se ha roto?

Dolor y olor

No quiero marcharme de Swayambhu?, quiero seguir aquí, pero voy a continuar mi recorrido. Tras hacer una pequeña incursión en Boudanath, otra gran estupa que apenas ha sufrido daños, seguimos con el coche y mi guía hacia Pashupatinath, lugar de dolor y rezo, lugar donde la gente incinera a sus seres queridos. Curiosamente el templo de Pashupatinath ha sobrevivido al terremoto, dicen muchos creyentes que por la "protección divina"

Desde hace más de un mes este sitio está más concurrido. Primeramente, nada más ocurrir el terremoto y desenterrar los cadáveres, por cientos, de los escombros, Pashupatinath albergó el mayor número de ceremonias que se conozcan. Había muchos cadáveres que incinerar. También faltaba madera...

Sé que estoy cerca de Pashupati (nombre abreviado) por el olor a cuerpo humano quemado, es inconfundible. Como siempre, están incinerando cadáveres. Las familias lloran el momento. Se huele el olor profundo, se siente el más penoso dolor?

Continúo mi recorrido hacia Bhaktapur, una gran ciudad histórica por su patrimonio arquitectónico, con estupas y pagodas increíblemente preciosas, ahora muchas de ellas presas de la destrucción.

Pasamos de largo, quiero ir a un pueblo que me dicen que vaya, porque ha sido espectacularmente bonito y ahora lo es por el grado de destrucción. Se trata de Changunarayan, cuyo templo en su parte más alta del poblado, es -era ya-, el más antiguo de todo Nepal. Changu (abreviando) es una aldea en la que no circulan coches. Se deja fuera, pasas por un arco y ya estás dentro del pueblo. Nada más entrar, la única calle, la principal, está llena de escombros. Se empieza a notar la destrucción. La tristeza recorre mi cuerpo. Voy a ver también la tristura de la pequeña población?

Las grandes escalinatas de la calle principal terminan en el templo más longevo de Nepal, Changu Temple. Los militares me impiden el paso en el último escalón. Está el templo destrozado y hay peligro de derrumbes. ¿Cómo reharán semejante desaguisado?, me sigo preguntando. Changunarayan, su templo y su ciudad, han quedado destrozados. Y sus gentes también.

El alma a los pies

Nunca había vivido las consecuencias de un terremoto. Vine a Nepal porque sentía la necesidad de hacerlo. Y no me arrepiento. Aunque todo lo que veo, ciertamente, da mucha, muchísima pena. Primero la gente, sus casas y sus pertenencias que se han reducido a la mínima expresión; y después el patrimonio del que estamos hablando. Entramos en Bhaktapur por Durbar Square, su plaza principal.

Una plaza auténticamente maravillosa, un lugar de visita imprescindible; y ahora parte de ese patrimonio arquitectónico se ha venido abajo. Los arcos del hotel Palace sirven de albergue a la gente que se ha quedado sin casa. Voy adentrándome en los recovecos de la plaza, muy dañada por el terremoto, alguna estupa apuntalada, y otras pagodas también. Impotencia. Rabia. Tristeza. ¿Qué calificativo elegir para definir tanta destrucción?

Me quiero perder entre las calles de Bhaktapur, casi todas tienen alguna casa derruida, hay calles que son auténticas ruinas. Camino entre escombros, la gente hace lo que puede quitando cascote a cascote, intentando salvar los ladrillos enteros. Los apartan para guardarlos y cuando limpien todo, comenzar a construir de nuevo su casa. Entre tanto escombro, de vez en cuando aparece un libro. Lo hojean y se lo guardan. Algo se ha salvado, ¡un libro!

Si tuviera que definir en un titular el recorrido, por esta increíble ciudad, por este espectacular país, después del terremoto, diría: Nepal, cuando el alma se te cae a los pies.

Fuente: www.diariovasco.com/

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