En la India la gente puede ser muy generosa con su tiempo (y cabe señalar que también con el tiempo de los demás), así que me acostumbré a escuchar montones de discursos. Algunos de los temas y hasta del modo en que se abordaban llegaron a resultarme de lo más familiar. Por ejemplo, me habitué a la idea de que en algún momento, durante una tarde de conferencias sobre tópicos budistas, habría una razonable expectación por escuchar una charla acerca del budismo y la paz en el mundo. Era un tema que tenía que brotar con regularidad y no importaba quién lo diera, prácticamente era siempre la misma charla.
Primero que nada te daban una descripción gráfica del terrible trance por el que atravesaba la humanidad en el mundo moderno y se apuntaba hacia los típicos sospechosos. Te recordaban que predominaban las inundaciones, los incendios, la peste y la guerra. Luego te llevaban por las diversas e incontrovertibles señales de que se aproximaba un colapso universal sin precedentes de valores morales y espirituales, poniendo especial atención a la conducta y las actitudes de los jóvenes de hoy. Entonces, cuando ya te habían convencido de resignarte a un panorama totalmente sombrío que culminaría con un holocausto nuclear sin solución a la vista, salía a relucir el budismo como la gran salvación. Te decían que el budismo enseña la no-violencia, la paz, el amor y la compasión. Si todos en el mundo siguieran las enseñanzas del Buda habría paz mundial y todos los problemas se resolverían de manera automática. Fin de la conferencia. Irrumpían los aplausos espontáneos, el orador se sentaba, radiante de satisfacción. Los aplausos duraban un buen rato, provenientes de un público que se sentía feliz porque había una esperanza después de todo. Y claro, el mundo continuaba como antes.
El problema de lo abstracto de la solución
El problema cuando analizamos así nuestra situación no es que no sea verdad. Si todos en el mundo meditaran cada día e intentaran desarrollar amabilidad, amor, compasión y alegría y trabajaran con los preceptos y siguieran el noble sendero óctuple, entonces no sólo tendríamos paz, tendríamos el cielo en la tierra. No, el problema con este hilo de pensamiento es que se trata de una simplificación exagerada del problema y de la solución. En un nivel abstracto es bello pero es ahí donde se queda, en lo abstracto.
El Budismo no es la única solución
Otra gran dificultad cuando se habla del budismo y la paz mundial es que los budistas no son las únicas personas que tienen valores que sustentarían la paz global. Si todos en el planeta siguieran las enseñanzas del jainismo o el taoísmo o de ciertas formas del hinduismo también obtendríamos esa paz mundial, sin necesidad de mencionar al budismo. De hecho, no hace falta hablar de religiones en absoluto puesto que ninguna de ellas posee el monopolio de los valores pacifistas. Si todos siguieran las enseñanzas de Platón o incluso las de Bertrand Russell ganaríamos una paz mundial enseguida. De manera que si no vamos a ofrecer sencillamente el budismo como la panacea universal para los males que aquejan al mundo, ¿para qué sí ofrecemos el budismo?
Sólo se puede hablar de un punto de vista budista
No se puede hablar del punto de vista budista sobre los problemas mundiales porque no hay una línea oficial partidaria del budismo sobre éste y otros temas. Lo único que tenemos es una perspectiva budista de los problemas mundiales. Es posible hablar de los problemas del mundo sólo desde la situación de un individuo y, como punto de partida desde donde observa un budista, su validez se puede medir únicamente según la profundidad con la que las enseñanzas budistas hayan influido en esa persona.
Hablando como budista
Sin embargo, no deja de persistir la pregunta sobre lo que podría tener que decir un budista de manera relevante acerca de los problemas mundiales. Todo lo que puedo mencionar es que la labor en la que he participado como budista ha surgido, en cierta medida, de la visión que tengo de los problemas del mundo actual. Para mí este tema no tiene interés académico ni colateral. Cuando lo abordo, lo que pretendo hacer de algún modo es aclarar la razón de ser de mi propia existencia como budista práctico. Es decir, como budista no sólo en mi fuero interno, en mi fe y mi convicción, sino también en lo que concierne a mis actividades en un plano externo. La forma en que veo los problemas actuales del planeta constituye una especie de autobiografía filosófica y hasta una confesión de fe. Espero que mostrará el sitio en que me hallo y, quizá, en cierto grado, por qué me hallo ahí.
Los problemas del mundo
Lo más probable es que cada uno de nosotros pueda escribir su propia lista de lo que considera que son los problemas del mundo y no sería tan necesario que nos estén recordando cuáles son. La mayoría de ellos nos han acompañado desde el principio de nuestra historia y los noticiarios nos mantienen enterados de los sucesos más recientes. Lo que tienen de nuevo los problemas actuales es que oímos hablar de ellos. Son globales por su carácter. Son problemas a escala mundial. En verdad que parece como si viviéramos en una aldea global y aunque no dejan de ser del conocimiento común y hasta resultan una verdad incontestable, quizá no nos lleguen tan hondo y tan decisivamente en la conciencia como debería suceder.
Los problemas del mundo ya son los problemas de todos
El resultado de la “globalización” es que todos los problemas del mundo nos afectan a todos de alguna manera, directa o indirecta, de un modo potencial o real. No hace mucho, la gran mayoría de las personas no sabían absolutamente nada acerca de los problemas que aquejaban a quienes vivían a unos pueblos de distancia, ya no digamos a quienes vivían al otro lado del mundo. Las grandes catástrofes apenas si afectaban a los que no estaban implicados de manera directa e inmediata. Incluso en un país asolado por años de guerras terribles había campesinos dentro de sus fronteras que vivían sin enterarse del conflicto. Ya no pasa eso. Los problemas del mundo están en la punta de nuestros dedos. El verdadero reto para nosotros es cómo responder a ellos de un modo personal. ¿Cómo nos aseguramos de que cada ciudadano en el planeta crezca de una forma sana física y mentalmente?
Algunos problemas que podríamos mirar
¿Qué se puede hacer con la incidencia de enfermedades mentales que al parecer va en aumento en Occidente?
¿Qué papel desempeñan las mujeres y los hombres en la sociedad moderna?
¿Qué puede hacer la gente que tiene un empleo para no enfermarse por el exceso de trabajo?
¿Los que no tienen trabajo cómo pueden aprovechar mejor su forzada situación libre?
¿Cómo garantizamos que no se discrimine a las personas ni se les denigre por causa de su origen racial?
¿Cómo conciliamos los intereses en conflicto de las naciones soberanas?
¿Cómo podemos llevarnos bien todos?
....nuevos estallidos de hostilidad entre facciones rivales en lo que alguna vez fuera una colonia europea, escasez de alimentos y desasosiego en algún estado que antes era comunista, carencias y crímenes en el interior de las ciudades, colapso del sistema de libre mercado y crisis financiera que le sigue, farmacodependencia y alcoholismo, explotación infantil, violencia racial, contaminación industrial, accidentes nucleares, terremotos, enfermedades, sequías, hambre, muertes por inanición, “limpiezas étnicas”, pederastia sacerdotal, manipulación empresarial de las políticas del estado y la democracia.
Cada uno se enfoca en su problema mundial favorito
Tales son algunos de los problemas y las crisis que nos confrontan o, al menos, nos llaman la atención una y otra vez y que continuamente nos los proyectan en la televisión o nos los analizan en los periódicos. Sin duda que hay muchos más, tan apremiantes como los anteriores y que de algún modo he omitido. Todos tenemos nuestros problemas mundiales favoritos, los cuales nos parecen más cruciales, pero el problema principal para cada uno de nosotros es cómo reaccionar, de manera individual, ante cualquiera de los que percibimos como problemas mundiales.
Primeras reacciones: furia e indignación
A veces nuestra primera reacción será muy firme. Es posible que durante un rato nos dejemos llevar por nuestra indignación. Estamos furiosos, es algo que nunca debería haber pasado, debe hacerse algo al respecto, los responsables (si es que se puede identificar a los causantes) deben ser llevados ante la justicia, etc. Puede ser que nos encontremos ansiosos si el problema parece con posibilidades de llegar a afectarnos de forma directa en algún momento.